García Robayo, Margarita (2015) Hasta que
pase un huracán. Laguna Libros. Bogotá, Colombia.
(…) Toño
se pegará a mi espalda, me abrazará por la cintura y me dirá al oído: algún día
saldremos de acá. Y yo: acá nos quedaremos hasta que pase un huracán (p. 36).
A Margarita García Robayo la he venido siguiendo desde hace un
tiempo. Sé que es cartagenera y reside en Buenos Aires; ha publicado títulos
como Hay ciertas cosas que una no puede
hacer descalza (2009), Las personas
normales son muy raras (2011), Lo que
no aprendí (2013), y Cosas peores (2014), entre otros. Éste último le mereció el premio literario Casa de
las Américas en el mismo año de la publicación del texto, razón por la cual se
ha situado como una de las voces femeninas más interesantes de la narrativa
colombiana contemporánea, y tal vez, de todo el continente latinoamericano.
Recientemente,
he terminado de leer Hasta que pase un
huracán (2015), uno de esos libros que son pequeñitos, pero que tienen un
contenido inmenso. Es un texto que se lee de un tirón, rapidito, como un
suspiro. La historia gira alrededor de una mujer que ha decidido que el único
propósito de su vida es convertirse en extranjera, escapando de la ciudad
costera que la vio nacer, en donde el tedio es la condena que se ha de cumplir;
con el tiempo, su anhelo por estar lejos se hace más grande, y decide que su
vida no tiene más remedio que ir de aquí para allá, de arriba abajo, de abajo arriba, contando hacia atrás, 25, 24, 23… Es una mujer que no sabe si va o
viene, que no se queda quieta; una mujer que es como el viento.
Con
un ritmo sencillo, lo narrado adquiere fuerza y permanece en la cabeza del
lector de principio a fin. “Yo odiaba a mi ciudad porque era bellísima y
también feísima, y yo estaba en el medio. El medio era el peor lugar para
estar: casi nadie salía de ese medio, en el medio vivía la gente insalvable;
allí no se era tan pobre como para resignarse a ser pobre para siempre,
entonces la vida se gastaba en el intento de escalar y redimirse” (p. 7). Una
gran economía de palabras, recursos bien utilizados (flashbacks, diálogos no convencionales, planos medios, etc.), y un
ambiente que fluye, hacen de esta novela lo que es: una reflexión sobre la posibilidad
de estar vivo, mientras no se espera nada más que seguir, aunque ni siquiera
eso sea suficiente; vivir, eso y nada más.
Pues bien, recomiendo la lectura de este libro, no
tanto por su historia, sino por la forma en que está contada; seguramente, más
de un lector sentirá ganas de leer mucho más y quedará con la sensación, buena
o no, de que la vida no es más que sentarse a esperar hasta que pase un
huracán.
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